BUENOS AIRES.-El papa Francisco creía que el fútbol podía enseñar tantas lecciones como la Biblia. A lo largo de su pontificado, las referencias al deporte más popular del planeta fueron constantes, y no por casualidad: el Santo Padre entendía que el fútbol era una poderosa metáfora de la vida, un espacio de encuentro y unidad en un mundo fragmentado.
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Fallecido el lunes a los 88 años, Francisco —el primer papa latinoamericano— fue un apasionado seguidor del club argentino San Lorenzo de Almagro desde la infancia. Nacido como Jorge Bergoglio en el barrio porteño de Flores, pasó horas jugando en los “potreros” con amigos del vecindario. Aunque admitía con humildad que su talento era limitado —"me decían pata dura"—, nunca dejó de amar el juego.
Su vínculo con San Lorenzo era profundo y duradero. Desde su niñez, quedó marcado por el equipo campeón de 1946, cuyos nombres recordaba con claridad hasta sus últimos días. A los 10 años, esa alineación lo deslumbró y forjó una pasión inquebrantable. Como muestra de su fidelidad, el papa mantuvo su cuota de socio número 88.235 hasta el final de su vida.
En 2014, apenas un año después de ser elegido papa, San Lorenzo conquistó su primera Copa Libertadores. Jugadores y dirigentes llevaron el trofeo al Vaticano, en un gesto que emocionó al pontífice. En homenaje, el nuevo estadio del club llevará su nombre: Papa Francisco.
Más allá de los colores, Francisco entendía el deporte como un puente entre personas. “El fútbol es un juego de equipo, ¡no se puede jugar solo!”, dijo ante una multitud en el Vaticano en 2019. Invitaba a ver en el balón una oportunidad para cultivar valores como la amistad, el esfuerzo colectivo y el respeto.
Consultado en 2023 sobre los mejores futbolistas que había visto, Francisco eligió a Diego Maradona, Lionel Messi y Pelé. De Maradona dijo: “Un grande como jugador, pero como hombre ha fallado”. De Messi: “Es un señor”. Pero su preferido fue Pelé, a quien definió como ejemplo de virtudes cristianas como la constancia y la templanza. Paradójicamente, nunca llegó a recibirlo en el Vaticano.
Aunque dejó de ver televisión por una promesa religiosa desde 1990, se mantenía al tanto de los resultados deportivos a través de la radio y los informes de la Guardia Suiza. Así supo, por ejemplo, que Argentina ganó su tercera Copa del Mundo en 2022. Ese título, sin embargo, lo inspiró a reflexionar sobre la idiosincrasia nacional: “Los argentinos tenemos una cultura de dejar las cosas a la mitad. Nos haría bien mantener un ritmo continuo de progreso”, dijo entonces.
El legado de Francisco trasciende lo espiritual. Fue un líder que habló con claridad al mundo, pero también un hincha de alma que nunca olvidó el lenguaje del potrero. A través del fútbol, encontró una forma de conectar con los pueblos, promover valores y recordarnos que, como en la vida, los partidos importantes siempre se juegan en equipo.